martes, 7 de febrero de 2012

Pájara y el episodio sísmico de 1914-1919.

Si no fuera por el tiempo que nos separa de los hechos, quien lea lo que luego escribiré, pudiera pensar en que se trataba de uno de tantos episodios que las Fuerzas Armadas desarrollaron en nuestra isla desde que alcanza la memoria; o que, enfrascado el mundo en la I Gran Guerra, (todas las guerras son grandes desde el punto de vista del que las padece), cayera cerca de Fuerteventura alguna de sus batallitas.
Sea como fuera, y aunque hubo quien dijo ver alguna emanación blanca a modo de fumarola en las inmediaciones del cementerio de Pájara, las crónicas de la época no se ponían de acuerdo sobre lo que estaba produciendo aquellos ruidos y temblores de tierra.


Pájara a fines del siglo XIX. Foto procedente de la FEDAC.
 Es el caso del Diario de Las Palmas, que acotaba así los acontecimientos producidos durante los meses de mayo y junio de 1915: “Los extraños ruidos que casi sin interrupción se vienen sintiendo en esta isla desde hace cerca de un mes, y que aquí nadie recuerda haberlos oído jamás, han sembrado el pánico entre estos habitantes. El primer fenómeno sísmico, o lo que fuera, tuvo lugar el 16 de junio último, a las 8 y 10 minutos de la noche; hora en que se oyó un ruido lejano, como el de un huracán que se desencadena, seguido, o mejor, acompañado de una oscilación de la tierra, pues duró por tiempo de 15 segundos y que causó desperfectos de consideración en varios pueblos, abriéndose hendiduras en no pocas casas, viniéndose al suelo otras, derrumbándose paredes y agrietándose algunas iglesias. La confusión que se produjo fue enorme; las gentes, presas de horrible pavor, abandonaron sus casas; los hombres tenían miedo; las mujeres y niños lloraban y todo esto unido a los ruidos ensordecedores que seguían sucediéndose, formaba un cuadro triste y desconsolador. De 8 a 10 de la noche los ruidos no venían acompañados de trepidaciones, pero a partir de entonces se sintió otra de 5 segundos de duración; así continuaron toda la noche, de 30 en 30 minutos. Dichos ruidos semejan al de una tempestad que se aproxima, al de mares embravecidos; y así se venían produciendo todos los días, pero sin nuevas oscilaciones. Más, el día ocho del presente mes (julio), a las 12 y 15 minutos de la noche, se repitió el fenómeno con desigual intensidad; igualmente a las 3 de la madrugada del mismo día. Muchas gentes duermen en chozas que han construido; otras a la intemperie y siempre intranquilas y llenas de pavor. Por fortuna, hasta hoy no hay que lamentar desgracias personales. ¿Serán terremotos? ¿Serán presagios de un volcán?... Y si es lo segundo, ¿No será posible que por quien corresponda se ordene la venida a Fuerteventura de persona competente que estudie el fenómeno… máxime si se tiene en cuenta que en el término municipal de Pájara hay una montaña por cuyas grietas o hendiduras se ha visto salir repetidas veces bocanadas de humo? Esto sería lo conveniente y humanitario, pues sería devolver la tranquilidad que ha huido de estos habitantes que temen, y con razón, que tales fenómenos traigan a sus casas la desolación y el llanto y luto de las familias.” Tal fue el episodio relatado por Rafael Ojeda en la edición del 18 de julio de 1915 en el mencionado diario y, salvando las lógicas hipérboles en que pudiera caer fruto de la emoción, leyéndolo parece uno estar viendo episodios más cercanos en el tiempo o, con la misma secuencia, aunque se desarrollen bajo el agua, en la isla de El Hierro.
Según las crónicas de la época, los episodios sísmicos se notaron desde 1911, sintiéndose temblores y ruidos en los meses de verano de 1915, 1917 y 1919, en que alguien denunció que la Montaña de Cardón experimentó un ligero hundimiento, apreciándose grietas de hasta dos metros de ancho por entre 50 y 100 metros de largo... Aunque resulta difícil determinar si este último episodio se debió a los tiras y aflojas que las corporaciones de Tuineje y Pájara venían manteniendo en su deslinde por el pueblito situado junto a los pies de aquella montaña.
Fuera como fuese, el episodio que mentamos, el de los movimientos sísmicos naturalmente, ya están anotados en la historia geológica de la isla como expresión de los últimos estertores volcánicos de Fuerteventura.