A por el agua, sin rezos ni
plegarias
Así lo debieron pensar quienes
por “alborotadores” fueron denunciados y finalmente apresados por orden del
juez militar constituido en el pago de Tostón, La Oliva , a principios de 1912.
La memoria del agua escribió allí
un capítulo diferente. En El Cotillo no se habló de caños en conflicto, de
turno en la captación, capacidad de los aljibes o de propiedad de las mismas.
Sin rezar ni implorar a los santos de patronazgo, exigieron el derecho a beber
donde, al parecer, siempre lo habían hecho y, en todo caso, compartido.
La autoridad militar allí
desplazada pensó que la situación sería fácil de controlar. Iba con la idea
preconcebida de que los depósitos en conflicto pertenecían incuestionablemente
al Ramo de Guerra y que el uso por civiles estaba prohibido.
Pero quien allí fue a tomar
declaraciones sobre lo que estaba ocurriendo, chocó con el aliento en contra de
vecinos como Marcos Rodríguez, Juan González y los hermanos Pedro y Blas de
León, que no dudaron en jalear a hombres, mujeres y niños de aquella localidad
para que desobedeciendo las prohibiciones, acudieran provistos de latas para
hacer aguada como siempre lo habían hecho, amenazando a quienes les estorbasen
en su derecho.
El instructor militar desplazado
al puerto de Tostón tocó retirada a Puerto de Cabras para, en un Mal Viaje, volver con una sección del
Batallón Cazadores de Fuerteventura número 22, autorizadas por el Comandante
Militar y por el Capitán General de Canarias, conscientes de que la Guardia Civil disponible en la
plaza apenas contaba con un cabo y uno o dos números, a su juicio insuficientes.
Hasta once mujeres fueron
denunciadas por el sólo hecho de pedir agua, siendo finalmente apresados y
conducidos al cuartel militar de Puerto de Cabras como cabecillas, los
siguientes señores:
Marcos Rodríguez,
Juan González,
Pedro de León,
Blas de León,
Manuel León Gutiérrez,
Juan León y León,
Cándido Armas Chacón,
Agustín Morales Alfonso,
Benito González Hernández.
En rigor, los apresados de El
Cotillo debían ser retenidos en el Puerto hasta poder despacharlos con destino
a Arrecife, sede el partido judicial al que todavía pertenecía Fuerteventura y
donde se encontraba la cárcel del partido. Aún no se había creado aquí el
partido judicial y la alcaldía portuense hubo de acudir al ejército para que
custodiase tal cantidad de presos, como ya lo hiciera tres años antes con los
insumisos fiscales de Tetir; y para ello usaron un almacén ubicado en La
Laja Negra (inmediaciones de la residencia
de oficiales), propiedad del mismísimo delegado del gobierno, don Agustín Pérez
Rodríguez.
Sus causas fueron finalmente
sobreseídas y archivadas, esperando la curiosidad de quienes deseen recrear
este episodio de la historia local.
El triste honor de encausar a
quienes solo pedían agua, le cupo al capitán del Batallón de Cazadores de
Fuerteventura, don Antonio del Castillo Tejada, que actuó como juez instructor
a partir del 6 de mayo de 1912.
Algo de aquellos acontecimientos
debiera permanecer aún en la memoria colectiva de El Cotillo. Nietos y
biznietos de los encausados o de las mujeres inicialmente denunciadas deben
mantener algún tipo de recuerdo. A aquellos, a los que protagonizaron uno de
los pocos motines por el agua en Fuerteventura, va dedicado este artículo.
Copyright Francisco Javier Cerdeña Armas