O el cabreo de
la autoridad militar por el bloqueo civil al atraque del Viera y Clavijo
alegando supuesta enfermedad en procedencia.
Los hechos de
este curioso incidente se produjeron en diciembre de 1906, apenas ocho meses
después de haber pisado nuestro muelle el Rey de España, Alfonso XIII. Guarnecía la plaza el Batallón
Cazadores de Fuerteventura número 22, implantado aquí dos años antes y uno de
cuyos jefes se arrogó funciones gubernativas que, en todo caso competían al
Delegado y, en su defecto, al alcalde. Dispersas en la prensa de la época nos topamos con este asunto en el que fue puenteado el propio superior militar, Santiago Cullen Verdugo.
Entonces
Canarias era una sola provincia, con capital en Santa Cruz de Tenerife, donde
residía el Gobernador Civil, existiendo un subdelegado de Gobierno para las
islas orientales… La duda se la planteaba el propio alcalde de Puerto de Cabras
al tomar decisiones gubernativas que si bien correspondían al Delegado, la
premura de los acontecimientos exigía que las tomase él, máxime cuando la
cabecera del partido judicial se encontraba en Arrecife de Lanzarote, al otro lado de La Bocaina.
La situación
en Puerto de Cabras era de alarma por la enfermedad contagiosa existente en Santa Cruz
de Tenerife, o eso creían las
autoridades locales: la Junta Municipal
de Sanidad decidió cerrar el Puerto a cuantos buques llegaran de aquella
procedencia, y así lo comunicaron al Delegado Especial de Gobierno en Gran
Canaria, Lanzarote y Fuerteventura el día de la Inmaculada Concepción ,
8 de diciembre.
Dicho Delegado
intentó pacificar los ánimos, pero el Alcalde de la localidad, José Castañeyra, si bien logró
serenar a la Junta Municipal ,
no sabiendo si podría contener los exaltados ánimos del pueblo que pedía que el
Viera y Clavijo fuera primero a Gran Canaria, decidió alertar el día 13 a dicho delegado especial
de Gobierno, partipándole lo sucedido:
“Al ver en el
muelle, a la llegada del vapor correo, a la Guardia Civil armada, me
acerqué (nos contaba el alcalde) al cabo del puesto y le pregunté que qué
autoridad le había reclamado y me contestó: una autoridad. A lo que no añadí
una palabra más. Desde el día anterior a la llegada del correo, me manifestó
dicho Teniente Coronel [Peñuelas Calvo] que formaría la tropa y sobre todo había de saltar su
hijo que presumía estuviera a bordo y según tengo entendido fue dicho señor
Teniente Coronel el que dio orden a la Guardia
Civil para tomar las armas. Como creo que el Alcalde en
pueblos donde no haya superior jerárquico es la autoridad gubernativa, creía
tener derecho de saber por qué eran esos alardes de fuerza en la vía pública
sin creer que esto fuera insulto a la fuerza armada.”
El día 23 de diciembre el
alcalde de Puerto de Cabras volvía a pedir al Delegado Especial de Gobierno en
las islas orientales que remitiese en el vapor Gavilán desinfectantes y una
estufa de desinfección para garantizar la sanidad pública y la tranquilidad de
los ánimos de la isla.
Ante las
exigencias del Gobernador Civil sobre la obligación de recoger el correo, el alcalde le contestaba que aquí no se negaron a recoger la correspondencia del Viera y Clavijo; que
fue su capitán quien se negó a entregarla si no se le admitía “a libre
plática”. Luego envió esa alcaldía a bordo del correillo al médico titular, obteniendo
la misma negativa, continuando el buque para Lanzarote.
A la vuelta de
Arrecife, el Viera y Clavijo fondeaba en la bahía de Puerto de Cabras, donde echó un
bote que se acercó al muelle con el sobrecargo que traía órdenes de no entregar
la correspondencia que reclamaban.
El alcalde de
Puerto de Cabras se atrevió a exigir al Gobernador Civil que hilase fino y
exigiera a todos los buques que zarparan de Santa Cruz para Puerto de
Cabras, fueran despachados directamente a este Puerto para que una vez desinfectados,
hicieran las otras escalas en Fuerteventura. Y es que lo habitual era que los
patrones y capitanes que venían a nuestra isla saltaran en cualquier playa, estuviesen
o no habitadas, dando así trabajo a carreteros y camelleros.
El día 27 de
diciembre se produce una nueva vuelta de tuerca, agravándose la situación al
romper Puerto de Cabras las comunicaciones con Casillas del Ángel y con Tetir
durante dos días. A La Oliva ,
que reclamaba desinfectantes, se le contestó negativamente por las autoridades del
Puerto.
En el fondo de
la cuestión bullía la certeza de que en Tetir tuvo que ser reconocida una
pasajera procedente de Santa Cruz de Tenerife, hacia cuya Vega fue el médico
titular del muncipio de Puerto de Cabras, Domingo Hernández González, que desinfectó sus bienes.
Una actitud
que en las circunstancias sanitarias que se vivían y según la prensa de la época, pudo haber provocado un motín
en el muelle de Puerto de Cabras aquel diciembre de 1906. La dotación de
desinfectantes, los contrastes médicos y la serenidad resolvieron un conflicto
que se diluyó sin mayores consecuencias…
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas