viernes, 18 de octubre de 2013

El telégrafo llegó a Fuerteventura en 1909

El día en que Puerto de Cabras inauguró el telégrafo, 1909

Veinte y pico años después de que tan solo la promesa del Ministro de Gobernación bastara para que el ayuntamiento nominase una de sus calles al sur de la principal, como calle del Telégrafo, recuérdese que fue el 18 de septiembre de 1887, siendo alcalde el soñador y perseverante Ramón Fernández Castañeyra, llegó la "nueva tecnología" a la capital de Fuerteventura.

Imagen publicada por la FEDAC del Cabildo grancanario, es de 1905.

El acontecimiento soñado y anhelado por los autoridades locales desde las últimas décadas del siglo XIX, cuando la isla de Cabras, en el Caribe, se enganchaba al resto del mundo y los portuenses de Fuerteventura veían pasar el cable por sus mismas narices, entrando en el archipiélago por Lanzarote y desde allí a Gran Canaria y Tenerife, con bifurcación hacia Guinea Ecuatorial, no podía celebrarse con más alegría aquel otro mes de septiembre, el de 1909.
En los meses precedentes se había trabajado duro colocando los postes y el tendido aéreo desde Playa Blanca, donde se amarró el cable en una caseta construida al efecto, ubicada en las inmediaciones del desaparecido Bikini; y la línea de postes y tendido hasta Puerto de Cabras, donde se instalaría la maquinaria en un inmueble de la calle de la Marina, junto a uno de los cuarteles militares, nominado Eloy Gonzalo.
El propio ayuntamiento, en sesión del día 10 del mes de septiembre adoptaba el acuerdo de organizar los festejos que tan importante acontecimiento merecía: Al arcipreste y párroco de la localidad, Teófilo Martínez de Escobar, le encargaron una función religiosa y el canto de un Te Deum en acción de gracias, con procesión cívico religiosa posterior hasta el centro telegráfico, donde con asistencia de autoridades civiles y militares de la localidad serían bendecidas las máquinas y artilugios que integraban aquella oficina.
Se invitó a los alcaldes de la isla por si gustaban de asistir al acto y al brindis que se les ofrecería en el consistorio de la calle del Puente, y a la banda de música de aficionados para que adornara con sus sones la celebración.
Y la misma invitación se cursó a los maestros y maestras de la localidad, para que asistieran con sus insignias y sus alumnos a un acontecimiento que marcó época. Uno de ellos, Manuel Déniz Caraballo, periodista y docente de Puerto de Cabras desde 1907, sería quien diera la noticia de los festejos de inauguración del telégrafo en la capital de Fuerteventura; él mismo, tan preocupado por los adelantos y el desarrollo de las islas tendría algo personal que celebrar en aquel año: su mujer Juana Torres estaba embarazada y casi un mes después alumbraría al varón que deseaban, bautizándolo con el nombre de Manuel.
Llegado el día 12 de septiembre, domingo, nos contaba el maestro, infinidad de voladores surcaban el espacio desde las primeras horas de la mañana, un día en que la isla quedaría conectada por cable al resto del mundo. Había mucho que celebrar.
Pero antes se acudió al templo, donde el presbítero Pedro Pérez Rodríguez ofició misa cantada, seguida del Te Deum, ejecutado al órgano por el profesor de música Juan Peñate Quevedo, cantado por un coro integrado por Agustín Medina, Enrique L. López, Francisco Medina, Claudio López padre y Claudio López hijo.
La comitiva procesional que siguió a los actos en el templo descendió por las calles de La Cruz y León y Castillo, todas engalanadas con arcos y banderas, acompañando al presbítero Pedro Pérez Rodríguez que, con cruz alzada, iba flanqueado por los escolares de la localidad que le seguían enarbolando la bandera que estrenaban, regalada a la escuela por iniciativa del que fuera jefe del Batallón Cazadores de Fuerteventura, Antonio Serrá Orts.
Cuando llegaron a la oficina telegráfica, la guardia del acuartelamiento Eloy Gonzalo, encabezada por el teniente Luís Salto Rodríguez formó y presentó armas ante la comitiva.



Nos contaba Manuel Déniz que la casa donde se habían instalado los aparatos y oficina telegráfica, estaba en la calle de La Marina, frente mismo del cuartel, y que el acto de bendición fue majestuoso. Mientras la banda de música ejecutaba varias piezas en la calle, en el interior reinaba el silencio expectante ante el oficio religioso. Cuando se hubo marchado el cura, el primer jefe de la estación, señor Luís Teixeira y Perillán, puso en marcha la maquinaria.
Y desde allí, al consistorio de la calle del Puente, en cuyo salón se celebraron los brindis, tomando la palabra los señores Santiago Cullen Verdugo, primer jefe del Batallón Cazadores y comandante militar de la isla; José Castañeyra Carballo, alcalde de Puerto de Cabras; Juan Domínguez Peña, juez municipal; Carlos Peñuelas Calvo, segundo jefe del Batallón Cazadores; Miguel González García, maestro de una de las escuelas y remató el asunto de las peroraciones el jefe de la estación, Teixeira y Perillán.
Por la tarde hubo paseo y música en la “Explanada del muelle”, al que siguió en la noche un baile en el Casino El Porvenir.
Ya en sus tareas educativas, Manuel Déniz hablaría a sus alumnos sobre el significado de la bandera que iban a estrenar en tan singular acontecimiento: “Niños, mis queridos discípulos: vais a salir a la calle. Como otras varias veces, lo hacéis para asistir, correspondiendo a atenta invitación del digno señor alcalde de este noble y progresista pueblo, a un acto público. Tiene éste lugar con motivo de la inauguración oficial del telégrafo. Será un acto que por lo solemne y por lo que en sí significa, formará época en la historia de Fuerteventura… Y salís a la calle no como otras ocasiones, sino llevando una cosa nueva que os precederá como para abriros paso en vuestra marcha, la bandera. Sí, el pueblo de Fuerteventura tiene sobrado motivo para guardar eternamente grato recuerdo del acto que dentro de breves momentos tendrá lugar, no menos razón tenéis vosotros de que no se os borre de la memoria este día -12 de septiembre de 1909- en que, al efectuar vuestra próxima salida a la calle, estrenáis bandera insignia de la escuela…”
La corporación municipal, integrada por José Castañeyra Carballo, Secundino Alonso Alonso, Pedro Hernández Barrios, José Fernández Espino, Juan Castro González, Francisco del Toro Rivero y Tomás Marín Dolores, dejó constancia en acta de la sesión celebrada el mismo día 12 de septiembre de 1909 y levantada por el secretario Enrique L. López, de la corrección y orden con que se había llevado a cabo la fiesta de inauguración del telégrafo, y la generosidad del arcipreste don Téofilo Martínez de Escobar al donar al municipio los honorarios que le correspondían por la organización de los actos religiosos...

Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas

lunes, 7 de octubre de 2013

Inauguración del cuartel de la Guardia Civil en Puerto del Rosario, 1960

Sesenta y un años después de la puesta en funcionamiento del Puesto de la Guardia Civil de Puerto de Cabras, el 23 de enero de 1899, se inauguró su propia casa cuartel en julio de 1960.
Hasta entonces el edificio que ocupó esta fuerza en la ciudad fue costeado por el propio Ayuntamiento que alquiló una casa en la calle de La Marina, hoy García Hernández, frente al primitivo cuartel militar, hoy desaparecido, para cederla al benemérito Cuerpo.
Aprobado el proyecto, el presupuesto de las obras de la Casa Cuartel ascendía a 1.344.256,12 pesetas y se anunció la subasta de las mismas en el Boletín del día 5 de agosto de 1957. El solar elegido para su ubicación estaba en la zona que antaño se denominó “El tablero”.
A mediodía del 26 de julio de 1960 llegaba al aeropuerto de Los Estancos el gobernador civil de la provincia y Jefe Provincial del Movimiento, don Antonio Avendaño Porrúa, siendo recibido, entre otras autoridades, por el delegado insular del gobierno, don Manuel Priego Gabarrón; el comandante militar de la isla, teniente coronel Morillo; el presidente del Cabildo Insular, Guillermo Sánchez Velázquez, y el alcalde de Puerto del Rosario y procurador en cortes, José Marrero González.
La comitiva se dirigió a la Delegación Insular de Gobierno y, desde allí, al Cuartel recién terminado y que aún vemos rodeado de ampliaciones en la calle Indalecio Prieto esquina a calle San Roque, al objeto de inaugurarlo.

El Gobernador Civil, Avendaño Porrúa, a su llegada al aeropuerto de Los Estancos. [Recorte de prensa de la época]

En su crónica para el diario Falange, correspondiente al 27 de julio, nos cuenta Juan José Felipe Lima que “…las fuerzas de la Benemérita destacadas en Puerto del Rosario que formaban ante el edificio, fueron revistadas por el gobernador civil, Avendaño Porrúa y el gobernador militar, general León Villaverde. Acto seguido, el párroco, Juan Marrero Hernández  procedió a la bendición de la Casa-Cuartel y de la bandera que regalaba el ayuntamiento de Puerto del Rosario a la Guardia Civil. Luego de una oración por los caídos del Cuerpo, se hizo entrega al teniente coronel-jefe de la Benemérita de dicha bandera en nombre del pueblo de Puerto del Rosario”.

La Casa Cuartel en la actualidad. [recorte de prensa]

Para conocer más sobre los primeros tiempos de la Guardia Civil en Fuerteventura: Artemi García Robayna, De correrías por las Canarias Orientales. Crónica del periodo uniprovincial (1898-1927). Las Palmas de Gran Canaria, autoedición, 2008.

martes, 1 de octubre de 2013

En la festividad de Nuestra Señora del Rosario, 1958

La festividad del Rosario y su historia, según Juan José Felipe Lima

Este que reproducimos, después de los acercamientos de Ramón Fernández Castañeyra, constituye otro de los textos sobre la historia del municipio que debemos tener en cuenta; sobre todo porque es un secretario municipal, en su papel de cronista y corresponsal del diario Falange, quien nos la ofrece en el año 1958 [igual que Cándido Sánchez, otro secretario que cien años antes, había hecho una memoria del pueblo a través de las vicisitudes de su templo].
Claro que, por ejemplo, atribuye al primer párroco el empeño por la parroquia, cuestión que, desde nuestra perspectiva actual y a la vista de la documentación consultada, no fue así: la parroquia fue aspirada y por ella se luchó desde los primeros acuerdos corporativos de 1835, y aún antes, desde la licencia que obtuvieron los de Puerto de Cabras para erigir ermita dependiente de la matriz de Tetir, a la que entonces pertenecían. Lo que de verdad sigue sorprendiendo es el papel de este teólogo y filósofo krausista en Fuerteventura, junto a otros repatriados de las últimas colonias españolas en Hispanoamérica… Y nada dice de las obras de la iglesia, aunque aporta otro dato esclarecedor sobre la historia de nuestro templo, al comentar que el local que se habilitó como capilla aún estaba en pie en la calle García Hernández y –digo más-, a día de hoy, octubre de 2013, aún está en pie dicho local. Cuestiones a valorar y ponderar rastreando los especiales dedicados a nuestra festividad en la prensa y el pregón de Inmaculada de Armas, que aporta algún dato sobre solares limítrofes a la primera ermita del puerto en la calle de La Marina.
Demos pues la palabra al Cronista de antaño, aquel a quien dedicáramos una semblanza biográfica con motivo de la Feria del Libro de Fuerteventura en 2009, vale la pena escucharle:

Procesión sobre el empedrado de la calle León y Castillo en la década de 1950. [La foto pertenece al bloc "Etnografía de Fuerteventura", dirigido por Roberto Hernández Bautista].

 “Una mirada a la iglesia de Puerto del Rosario y otra a los datos estadísticos que pregonan la existencia de más de tres mil almas, me llevan de la mano a recordar detalles: porque el templo resulta manifiestamente insuficiente.
“Puerto del Rosario es un pueblo joven. Administrativamente se incorporó a la historia en el año 1835. Recordamos haber leído viejas crónicas que nos hablan de agrias disputas entre el Alcalde Mayor, que entonces radicaba en Antigua, y el Delgado Gubernativo. Hubo dimes y diretes a propósito del nombramiento del primer regidor municipal del nuevo pueblo y, después de una reñida disputa, el Gobernador Civil de la Provincia de Canarias, ante el Secretario, don Mariano Cadenas y Castro, decretó el nombramiento para alcalde real, a favor de Lázaro Rugama. Ante esto, cesó el debate de política localista y, en uno de febrero del mismo 1835 quedó constituido, por vez primera el ayuntamiento de lo que entonces se llamaba Puerto de Cabras, con la denominación de “Puerto principal”.
Poco, en realidad, se exigía entonces para convertir en municipio a un pueblo. Y es posible que tuvieran razón, pero hoy, en que el Gobierno se muestra mucho más exigente [No digamos en la etapa actual, donde se aspira a disolver las entidades locales que no lleguen a cierto número de habitantes], no nos parece así, porque, para que un pueblo aspire a la mayoría de edad que da el administrarse por sí sólo, lo menos que puede pedirse es que cuente con elementos, no ya de riqueza y población –que el Puerto entonces no tenía ni remotamente-, sino también de orden espiritual. Y hemos de recordar que, hasta muchos años más tarde no hubo ni una pobre ermita. Sin embargo, dieron en el clavo los promotores de aquella campaña, porque el tiempo, las personas y las circunstancias, han permitido el resto. Y así nació el nuevo pueblo que, de modesto barrio de Tetir, pasó a convertirse, a partir de 1912, en capitalidad de la isla. Pero… vayamos con calma.
Estábamos en 1835. El flamante ayuntamiento había quedado constituido y da gusto ver el primer padrón de vecinos. Mi compañero de entonces, Juan Pedro de Alba [natural de Santa Cruz de Tenerife, fue primer secretario y ejerció también de maestro de escuela], fiel de fechos (o secretario de la corporación), era hombre de recursos y “fiel” a ellos, consiguió elaborar un voluminoso “Padrón vecinal” con poco más de cien vecinos. Daría algo por conocer el nervio de los ciudadanos que entonces tenía nuestro pueblo que, apenas independizado, acometió la imponente tarea de elaborar su plano de urbanización, con tanta ambición y fe en el futuro que las sucesivas generaciones no han podido tener nada que objetar, ni a la anchura de sus calles ni a su genial distribución. Cualquiera que llegue a Puerto del Rosario podrá percatarse fácilmente –es decir, se percatará aunque no quiera- de que sus calles tienen una distribución y anchura que muchas capitales de provincia quisieran para sí.
Y el Puerto comenzó entonces a luchar contra todo y contra todos. Sin población, casi. Sin riqueza radicante –porque sus límites no rebasaban Los Estancos, Rosa Vila, Puerto Lajas o la desembocadura del Barranco de Río Cabras-, inició su vida de florecimiento y miró hacia el puerto. La bahía se abría espléndida y soberbia; pero no había muelle. Estábamos en los albores del año 90 [1890]. Aquí vuelve a aparecer el nervio isleño, duro y vibrante. Se abrió una suscripción. El Ayuntamiento la encabezaba. Las prestaciones personales se ofrecieron generosamente y, seis años más tarde [en realidad cuatro años, pues el muelle se inauguraba el día 7 de octubre de 1894], estaba concluido el espigón que, arrancando de la Plaza de Domingo J. Manrique, presenciamos hoy, -no sin pesar-, cómo va entregándose al mar piedra a piedra [cada vez que había temporal del sur, las olas arrancaban piedra a piedra las ilusiones de antaño]. Y, entonces el puerto se incorporó a la vida interinsular de manera pujante. Lentamente, sin prisas, pero sin pausa, fue absorbiendo, al socaire de su privilegiada situación marinera, las operaciones del cabotaje. Vinieron los “africanos” y vinieron los “playeros” y, año a año, consiguió centralizar, en lo que también es centro geográfico de Fuerteventura, el movimiento portuario. Matas Blancas, Tarajalejo, Pozo Negro y La Guirra, bien conocen la historia de esta lucha honesta, pero cruda. La Barrilla dio paso a la cochinilla y de Antigua se trasladó a Tiscamanita el centro comercial de la isla. La piedra de cal pasó a dejar de embarcarse por Tostón (El Cotillo) y por el Puerto de la Peña, por el Poniente, o por Matas Blancas, del sur, porque el “puerto” ofrecía mayor abrigo y mejores condiciones y el pequeño muelle recibe al nuevo siglo pletórico de ilusión y de alegría. Ya el pueblo había dado satisfacción a sus aspiraciones materiales. Ahora quedaba volver ala vista hacia las exigencias espirituales.
Desde que el Puerto fue puerto, o lo que es lo mismo, desde que aquellos dos marinos –un inglés [Don Diego Miller] y otro español [posiblemente el comerciante Álvarez Rixo]- dijeron que era el lugar ideal para establecer el centro marinero de Fuerteventura, sus habitantes vivieron bajo la advocación de la Virgen del Rosario. Y primero en una pequeña habitación de una casa de vecindad [morada de Teresa López, "La Española"], más tarde en un almacén –que todavía se conserva en la calle García Hernández- y luego en la ermita, que después se convirtió en iglesia parroquial; cada noche se congregaban los vecinos a rezar el Santo Rosario. Pero ya a finales de siglo, si no párroco propio, cuando menos sí se contaba con la presencia frecuente y edificante del sacerdote [y desde 1894 con libros sacramentales propios]. El culto don Teófilo Martínez de Escobar, sobre 1905, arribó por nuestras costas, asentó sus reales en el Puerto y se encariñó profundamente de todo lo nuestro. El momento resultaba propicio. La gente del pueblo había vencido ya en su lucha a favor del pequeño muelle, con un desembolso –que ahora nos asombra- de unas setenta mil pesetas y sus inquietudes se dirigían hacia la ermita. Querían una parroquia y querían una imagen. No había que preguntar. La Virgen del Rosario sería la que presidiese su vida toda. Y don Teófilo lo hizo. Creó la parroquia y adquirió la imagen que habría de sustituir a la “virgen pequeña” que, hasta muchos años más tarde, gozó de la devoción especial de bastantes feligreses.
Relato pasajes históricos, acercándome a ellos, más que en la fidelidad cronológica a la tradicional, aunque, sin apartarme de la primera; porque son valores humanos los que interesan esencialmente. Y así llega el año 1926. Casillas del Ángel y Tetir habían ido declinando a favor del joven pueblo del Puerto [con acritud uno, más dócil el otro]. Las cargas financieras podían más que las posibilidades del vecindario. Sobrevinieron deudas que no podían pagarse. Eran también, tiempos de una política incierta: política de campanario, la llamaban. Y llegó lo que tenía que llegar. Puerto de Cabras era un pueblo joven, vigoroso y lleno de ambición. Aquellos núcleos habían caído en la pobreza y las luchas intestinales y, cuando menos se esperaban, una reacción lúcida de los dirigentes elaboró y llevó a cabo la fusión, y la Dictadura, al llegar, encontró que el número de municipios en Fuerteventura se había reducido a seis.
Y aquí pasamos rápidamente y sin detenernos –ya decíamos que se trataba de retazos de la historia de Puerto del Rosario-, un montón de páginas, para encontrarnos en febrero de 1956. La vocación mariana del pueblo se pone de manifiesto y el ayuntamiento, recogiendo la secular aspiración del vecindario, propone y obtiene que el anterior nombre sea sustituido por el de Puerto del Rosario, con que hoy nos recibe, siempre llena de honestas ambiciones y esperanzas, la capital de Fuerteventura.”