Lo
pregonó la Gaceta de Madrid en su número 214 de 2 de agosto de 1925: La
Dirección General de Administración por resolución de 31 de julio hacía público
que los ayuntamientos de Puerto de Cabras y Tetir (Canarias), acordaron
fusionarse al amparo del artículo 17 del Estatuto Municipal, formando uno solo,
con capitalidad en Puerto de Cabras.
La
cuestión de límites de Puerto de Cabras y Tetir se politizó una vez más: Durante los
tiempos previos al plebiscito promovido por Manuel Velázquez Cabrera, cuando
luchaba por un escaño en la Diputación Provincial, éste hizo suya la cuestión
jurisdiccional entre estos dos municipios majoreros para hostigar las
apetencias del grupo de presión afín a Fernando de León y Castillo y orquestado
aquí por Ramón Fernández Castañeyra.
En
el contexto de la
Restauración , burguesía de Puerto y terratenencia provocan
fricciones que dan lugar a actitudes caciquiles que operan tanto en las
situaciones liberales como en las conservadoras: tanto el caso de Tetir como el
de Hermigua, saltaron a la prensa con tintes de batalla entre amos.
Los
recursos económicos: el muelle como herramienta de Puerto estrangula a los
exportadores que utilizando Puerto Lajas o Rosa del Agua, soportan la presión
fiscal impuesta por la jurisdicción marítima de Puerto de Cabras tras su
declaración como único habilitado.
Tetir hacia 1910, foto publicada en Canarias7 |
Quien
ríe el último…
El
viejo pleito jurisdiccional entre los pueblos de Tetir y Puerto de Cabras se
zanjó definitivamente con la legislación de la dictadura del General Primo de
Rivera. Entre sus estatutos de 1924 se redactó el Municipal, donde se
contemplaron supuestos de fusión, agregación y extinción de municipios que la
burguesía local no dudó en aplicar. Y quien dispusiera de mejores conexiones
políticas se llevaría el gato al agua.
El
caciquismo que durante años prosperó gracias al analfabetismo, invocó éste para
defenestrar un ayuntamiento: quienes no supieran leer y escribir no podían ser
concejales. En una primera andanada el Delegado de Gobierno en Fuerteventura
aplicó esta máxima para desalojar a los peones que ejercían de ediles a las
órdenes de determinado sector político (Guillermo Barrios, Luciano Cedrés,
Antonio González y Francisco Rodríguez dieron paso a Francisco S. Ocampo
Fuentes, Domingo Morales García, Donato Barrera Herrera y José Cabrera
Fuentes), luego se destituyó a toda la corporación, y siguiendo la propuesta
del Gobernador Civil, consensuada con la burguesía local de Puerto de Cabras,
nombró a los que votarían, entre otros acuerdos, el de extinguirse como
municipio y disolverse como ayuntamiento.
Casi
cien años de vida municipal se callaron en la primavera de 1925. Habían bastado
unos cuantos decretos y un estatuto para que la Historia con mayúsculas rodase
sobre las tierras majoreras alentando viejas aspiraciones anexionistas,
conduciendo la historia local a las catacumbas del olvido.
En
otra ocasión hemos hablado de lo acontecido en el también extinto municipio de
Casillas del Ángel, sus últimas corporaciones, su último alcalde; y también de
cómo afrontaron las políticas restrictivas que condujeron a la disolución de su
ayuntamiento.
Ahora
le toca a Tetir. Con las conocidas
restricciones documentales o fuentes históricas, atisbamos que también Tetir
entró en los planes gubernativos que desde la Delegación de Gobierno buscaron
su agregación a Puerto de Cabras. Con la Dictadura le llegó la presión para su
disolución: se removieron concejales y se diseñó a medida la corporación de los
“enterradores de la municipalidad tetireña”, entre cuyos primeros acuerdos
figuró uno que no tiene desperdició para ver de dónde venía la decisión final:
“cambiar el nombre de la plaza del pueblo por la del diputado Salvador Manrique
de Lara”; después vino la solemne decisión de disolverse y extinguirse, escrita
sobre un libro de actas que alguien no quiere compartir, atesorándolo como de
su propia colección.
En
abril de 1924 el Delegado de Gobierno en Fuerteventura ordenaba la renovación
del ayuntamiento de Tetir con los siguientes señores:
Francisco
Marichal Cedrés, que resultó alcalde,
Luis
Rodríguez García, 1º teniente de alcalde,
Manuel
Lima Martín, 2º teniente de alcalde,
José
Fernández Sarabia, Síndico,
Domingo
Morales García, concejal,
Gervasio
Nieves Viña, concejal,
Liborio
Rodríguez Reyes, concejal
Domingo
Soto Ocampo, concejal.
Tales
fueron los que se constituyeron en Ayuntamiento el día 29 de abril; el mismo
día en que también quedó constituida la
Comisión Municipal Permanente.
Y
ellos fueron quienes cumplieron las órdenes. A falta de poder consultar el
libro de actas secuestrado (Cosas de la historia documental de los pueblos), y
con algunos cambios puntuales, llevaron al ayuntamiento de Tetir a decidir la
extinción municipal y la disolución de los mismos como corporación.
Entre
los acordes festivos de cada cuatro de agosto, la procesión de Santo Domingo de
Guzmán intenta despertar la memoria… Apenas se recuerdan los miembros del viejo
ayuntamiento, casi nada se sabe de sus últimos alcaldes…
La bruma sobre Tetir. Foto aportada por Paco Cerdeña. |
Ninguno
de los viales de la localidad, si exceptuamos el que lleva el nombre de José
Cascales López (primer edil en tiempos del litigio jurisdiccional contra Puerto
de Cabras), recuerda la municipalidad tetireña y, con el tiempo, la memoria
confunde nombres, yerra cargos en un intento de mentar que allí hubo en otro
tiempo una casa consistorial, que allí se juraban antiguas Constituciones de la Monarquía Española en su
plaza pública…
Esa
es una parte de la historia que, sin saber por qué, se silencia. Muchos
conocemos algunos retazos y hay quienes oyeron decir a sus abuelos que habían
sido concejales del municipio rural de Tetir.
Hora
es ya de pensar en quienes nos sucedan pues somos meros usufructuarios de este
solar majorero que se nos presta: El siglo XX nos quitó el Municipio, ¡que el
siglo XXI no nos quite la memoria!
Los
guardianes de los papeles viejos deben animar su consulta a los que deseen
estudiar y difundir la Historia, también la microhistoria, la historia local de los pueblos y de sus gentes.
Y
las instituciones, a su vez, solemnizar y rescatar casi cien años de vida
municipal que se silenciaron para propiciar la eclosión de nuestra ciudad como
capital de Fuerteventura. También estos episodios forman parte de la identidad
de nuestros pueblos y callarlos en nada contribuye a mantenerla.
Copyright: Francisco Javier Cerdeña Armas